¿Qué pasa con la Fórmula 1? A grandes rasgos, dos asuntos fragmentan la actualidad del Gran Circo: el dominio aplastante de Mercedes y la escasez de la parrilla, pero son otros muchos los que hacen sangrar la categoría: que un equipo gaste su escaso dinero en acudir a un Gran Premio sólo por estar y poder cobrar su premio ganado muchos meses antes, que otro tenga que "invertir" un cuarto de su presupuesto para evitar que piloto con contrato corra y, por no olvidar, que los restos de los dos últimos equipos que se hayan ido hayan terminado subastados para pagar facturas.
A medio camino entre querer controlar los presupuestos y complacer a los grandes, la Fórmula 1 sigue nadando para no morir en la orilla. Por delante, Mercedes monopoliza el deporte en este nuevo ciclo tras una inversión brutal, apoyo político de los más altos niveles y, como no podía ser de otra manera, un excelente trabajo en la fábrica y en los circuitos. Mientras, los dos equipos de carreras más importantes de la historia se conforman con terminar carreras. Unos a treinta segundos y otros, a la distancia que sea.
Es cierto que Mercedes merece su éxito pero también que terminará sucumbiendo, como lo hizo Red Bull. El equipo austriaco, que ahora lamenta como antes imploraban los sometidos a su dictadura, estuvo acosado durante sus años de reinado con constantes cambios de reglamento y trabas en busca de un cambio de ciclo. Después de un par de años, ya no eran simpáticos. Lo mismo había pasado unos años antes en contra de Ferrari y pasó aún antes con McLaren o Williams cuando ellos eran los que dominaban las carreras. Y pasará con Mercedes, antes o después.
Los vaivenes del Gran Circo son una partida de poker en la que Bernie Ecclestone tiene las cartas marcadas y donde incluso controla al napoleónico crupier, ignorante de cómo se está gestionando la partida. Puede que los resultados se escapen temporalmente de su voluntad pero la tendencia acabará siendo del gusto de Ecclestone. Quizá esa aprensión por quitar a Red Bull de la cima y contentar a Mercedes y su inversión de los últimos años hayan traido esta situación. En plena senilidad y sin filtro en sus declaraciones, parece que el cajón de los trapos sucios ya se ha abierto definitivamente.
No sólo Bernie
Tampoco los participantes de la partida han actuado de manera razonable: Ferrari ha tragado con cualquier imposición -incluidos unos motores que no querían, que no sabían construir y que no cuadran con su visión de negocio- con tal de mantener su multimillonario bonus anual, Red Bull ahora clama por la supresión del túnel de viento mientras Adrian Newey recoge sus cosas harto de la restrictividad del reglamento mientras que Williams, adalid de la independencia, aceptó el papel de actor secundario ("más vale pájaro en mano..."). Por su parte, McLaren ni está ni se le espera.
La semicongelación de los motores deja a medio camino la evolución de todos: Mercedes puede seguir midiendo sus pasos y gestionando su margen (y el rendimiento de gran parte de su competencia), Ferrari ha mostrado que es posible dar un paso adelante aunque se antoje más que insuficiente, Renault parece haber invertido para no avanzar y Honda se ve sin margen dos meses después de comenzar su proyecto. Los coches son mucho más rápidos que el año pasado y pronto batirán los récords de pista pero la acción languidece en cabeza. Este domingo, ¡ni siquiera las cámaras enfocaban a los dos pilotos de cabeza!
Mientras los grandes juegan, el resto de la parrilla languidece y apenas alcanza a recoger las migajasque caen de la mesa. Unos hipotecan su escudería para sobrevivir, otros ponen el elemento decorativo que quiere ver Ecclestone en su box o simplemente quitan el polvo al eterno cartel de venta que lucen en la entrada de su fábrica. Hablar de tokens y evoluciones de 'software' suena a ciencia ficción para ellos. Bastante tienen con buscar el piloto que más dinero les aporte para seguir pagando el motor de segunda generación y compareciendo en los Grandes Premios sin molestar mucho a los que les ayudan hasta que llegue el último día de su andadura.
Punto de inflexión
Tal vez el futuro nos traiga a alguien distinto a Bernie Ecclestone al frente de la Fórmula 1. A él le debemos lo que la competición es ahora, con lo bueno y con lo malo. Todo buen aficionado debería valorar eso, también en su lado positivo. Pero ha llegado el momento del colapso. ¿Merece la pena entrar en Fórmula 1 con cero opciones de éxito para los modestos? ¿Vale la pena invertir millones y entrar en la rueda de favores de los poderes fácticos del Gran Circo para ganar durante un tiempo (o ni siquiera) y ser echado a los caballos en cuanto tus victorias sean incómodas para la competencia? ¿Merece la pena gastar la fortuna de tu familia para hacer un 'one off' en Fórmula 1 como han hecho tantos pilotos en los últimos años?
El espectáculo volverá a ser bueno, volveremos a disfrutar con las batallas en pista, Alonso volverá a competir, quizá Vettel y Ferrari vuelvan a ganar carreras, Honda mejorará, Williams estará muchas veces en el podio durante el resto del año, los pilotos con maletín podrán mostrar las fotos de sus 15 Grandes Premios de gloria a sus nietos, quizá tú y yo paguemos por el 'F1 Access' y nos hipotequemos contratando televisión de pago para verlo con seis señales distintas... pero el colapso se acerca irremediablemente. Por mucho que se preocupen por el número de pases, ganar 'followers' o el diseño de los cascos de los pilotos, la realidad les va a arrollar más pronto que tarde.