lunes, 15 de junio de 2015

Valentia y talento

Sólo eran los entrenamientos del jueves y ya estaba harto de comparaciones entre Fórmula 1 y Le Mans. Entiendo la analogía entre distintas competiciones de motor, comparto algunas perspectivas pero, sobre todo, mantengo que, para el 95% de nosotros, son un producto audiovisual de diferentes características. Por eso mismo, quién quiera ver la Fórmula 1 que la vea, quien disfrute con los resúmenes de rallycross que se emiten por YouTube que lo haga y quien se gaste sus ahorros para viajar a ver una carrera en lugar de invertir en una semana de vacaciones que lo haga. Pero que no nos digan a los demás lo que tenemos que ver, hacer o dejar de hacer, qué es mejor y qué peor.
Por eso durante estos días me han hastiado los comentarios sobre la crisis de la Fórmula 1, lo bueno que tiene el WEC (¡que lo tiene y mucho!) y demás comentarios, más por gente que a duras penas sabría decir cuántas horas se corre en Le Mans. Por eso respeto enormemente e intento aprender de la gente que sí quiere compartir su pasión sin minusvalorar la del prójimo, esos que nos hacen amar este deporte en sus muchas disciplinas. Crear cultura, ni más ni menos, consiguiendo que madruguemos para ver una carrera australiana, nos estremezcamos viendo a Pechito surcar el Nordschleife o nos asombremos con un joven de 16 años antes de que el mundo sepa quién es.
Precisamente son esos los que ni se han acordado de la Fórmula 1 en todo el fin de semana, a pesar de que uno de los pilotos del Gran Circo haya sido protagonista de la carrera más prestigiosa del año. Que los árboles no nos impidan ver el bosque: de este fin de semana no se debe sacar una lectura de decepciónporque Nico Hülkenberg (el protagonista) no haya tenido la oportunidad de triunfar en Fórmula 1, sino como una alegría, una historia de valentía y confianza en el talento. Algo que pocas veces se ve en un mundo del 'motorsport' y que, a veces, da un gran resultado.

Nico tuvo la inteligencia de asomar la cabeza y mirar más allá del paddock de la Fórmula 1. Su carrera, plagada de éxitos más allá de lo que puede pensar el gran público, tiene varios hitos multidisciplinares pero su aventura con Porsche es la más grande de esas 'joint ventures'. Él quiso probar, negociar una oportunidad, Vijay Mallya supo comprender lo bueno que sería, Porsche supo ver su potencial y alinear un equipo inexperto pero unido y con una ambición sin límites. Su talento, unido a los dramáticos imponderables de Le Mans (tan queridos y odiados a la vez), hizo el resto. Han pasado seis largos años desde aquel último podio en Portimao pero la espera ha merecido la pena. Gracias por hacernos creer en que, más allá del ruido, este deporte y sus protagonistas siguen mereciendo la pena.

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