jueves, 24 de noviembre de 2011

Cuando fuimos los mejores: 4. Los hijos de los campeones


PRÓLOGO POR DAVID PLAZA
Dos títulos en tres años. Y, sin embargo, ese fue el inicio del fin para Williams. En ese exitoso periodo se fraguaron algunas de las claves que arrojaron sin piedad al conjunto de Sir Frank Williams y Patrick Head al abismo en el que, poco a poco, se ha ido metiendo año tras año. Lenta pero inexorablemente.

En 1995, Renault pasó de ser proveedor exclusivo a compartir sus excelentes motores con Benetton, lo que supuso el espaldarazo definitivo para Benetton, que pudo proporcionarle a Michael Schumacher una máquina capaz de vencer a Damon Hill con solvencia. Posteriormente llegó la salida de la Fórmula 1 del prestigioso motorista, dejando a Williams con unos pírricos motores de ‘segunda mano’ rebautizados como Mecachrome.

Pero antes de eso, la segunda razón que llevó a Williams a la mediocridad les dio un respiro. Michael Schumacher decidió contribuir al resurgimiento de Ferrari y eso hizo que la caída no resultara evidente hasta un par de años más tarde. 1996 supuso todo un paseo para los de Grove -con Alesi y Berger incapaces de domar el traicionero Benetton de Michael y el alemán inmerso en pleno proceso de reconstrucción en Maranelllo-, mientras que 1997 cayó de su lado a última hora y con un escabroso suceso en la final de Jerez. El título cayó en manos de Jacques Villeneuve, posiblemente confundiendo a Head y a Williams acerca de la capacidad real del canadiense y del futuro del equipo. Lo inevitable había llegado: Williams, uno de los grandes, había perdido su proveedor de motores oficial, no contaba con un piloto capaz de liderar al equipo y... bueno, Adrian Newey se había marchado a McLaren. Demasiado incluso para Frank y Patrick.

Ese maldito alemán


1995 comenzó con serias dudas para Williams, después de que Renault sellara un acuerdo con Benetton para propulsar al equipo de Enstone. Por fortuna para el conjunto campeón, el buen hacer de los franceses no dio opción a las quejas. “Debo decir que no estábamos contentos con esta decisión y habríamos preferido mantener la exclusiva,” reconocía Patrick Head. “Pero mantuvieron constantemente una completa confidencialidad y no teníamos razón para conspirar. Tenemos la certeza de que no hubo filtración alguna”.

Y es que, pese a volver a contar con el mejor propulsor de la parrilla, los dos campeonatos del mundo fueron a parar a sus rivales en un año inolvidable marcado por un mano a mano de los protagonistas que habían llevado la tensión al límite en Adelaida menos de un año antes. El verano trajo una ventaja psicólogica para Michael y su victoria en Spa desde la 16ª posición contra Hill, que contaba con un monoplaza mucho más rápido en calificación, fue el paradigma de una temporada en la que el alemán demostró estar hecho de otra pasta: había igualado el récord de victorias de Mansell obteniendo su segundo campeonato consecutivo.

“Michael era una especie de Mozart del automovilismo moderno,” recuerda Chevrier, a camino entre las dos escuderías en aquella época. La victoria final de Damon en la última carrera de la Fórmula 1 en Adelaida fue una agridulce recompensa al trabajo del inglés, que volvía a ser segundo del campeonato por delante de David Coulthard, convertido en ganador en Portugal. El inglés dejaría el equipo tras la temporada para fichar poco después por McLaren.

En su lugar llegaría Jacques Villeneuve, un hombre que traería grandes titulares asociados a su persona: “¿Tendrá el temple de un ganador? ¿Podrá adaptarse a la dureza de la Fórmula 1?”. Unas dudas que tardarían poco tiempo en ser disipadas por el campeón en título de las 500 millas de Indianapolis, alguien poco dispuesto a ceñirse al discurso fácil: "No voy a decir lo que se espera oir. Estoy orgulloso de ser el hijo de Gilles, pero si corro, lo hago por mí mismo, no por su memoria".


Asuntos de familia


Jacques no dejó pasar el primer Gran Premio para evidenciar que la Fórmula 1 estaba hecha a su medida. Pole y vuelta rápida en el estreno de Albert Park terminando por detrás de su compañero Damon Hill. "Entró en la Fórmula 1 como un pato en un estanque," recuerda el inglés, quien, con Schumacher emigrando a una Scuderia Ferrari venida a menos, era el auténtico lider del Gran Circo que comenzaba a recibir nuevas caras, entre las que destacaba la de su compañero de equipo. Tras las tres primeras carreras del año, dominadas por Hill, llegaría la primera victoria de Villeneuve en Nürburgring.

“Me he divertido mucho,” comentaba el joven debutante tras superar el acoso de Michael en la fase final de la carrera. “La verdadera competencia automovística es una lucha contra un adversario y no un paseo en solitario por delante de todos”. Consciente de la superioridad del conjunto -Mónaco, Montmeló y Spa serían las únicas carreras sin victoria de Williams-, Hill rehusó cualquier tipo acuerdo previo que favoreciera sus opciones de hacerse con el campeonato y ambos lucharon de manera limpia hasta el final de temporada. En la última carrera en Japón, con su rival a nueve puntos, Hill triunfaría y se haría, por fin, con el campeonato del mundo.

Semanas antes se producía una noticia estruendosa fuera de las pistas: ¡Renault se marchaba de la Fórmula 1! Los franceses, que se darían el gustazo de ocupar las cuatro primeras posiciones con Williams y Benetton en su Gran Premio de casa, dejarían la máxima categoría del automovilismo en lo más alto a final de la temporada 1997. Después de todo, no serían los únicos que dejaban Williams ya que Damon Hill dejaba el equipo tras una dura negociación sobre su contrato con la dirección del mismo.

“Fue una pena tener que separarnos, me habría gustado conducir con el ‘1’ en el coche y con los colores del equipo. Sin embargo, guardo el contacto con ellos y me llevo muy bien. Sin ir más lejos, mi ingeniero de pista en Arrows era Vincent Gaillardot, mi ingeniero de explotación cuando era probador de Williams,” recuerda Damon, quien tan sólo volvería a subir al podio en dos ocasiones en su carrera.


La hora de Jacques


En sustitución del campeón del mundo para 1997, Frank Williams apostó por Heinz-Harald Frentzen, alemán y miembro del equipo de resistencia de Peter Sauber al igual que Michael Schumacher. Al margen de su triunfo en Imola, Heinz Harald nunca logró acercarse al rendimiento de su compatriota y se mantuvo lejos de su compañero Villeneuve, principales protagonistas de un campeonato que iba a estar competido entre rivales de distintos equipos a diferencia del anterior.

Y es que, pese a contar de nuevo con el mejor monoplaza de la parrilla, la inconsistencia de Jacques dio alas a Ferrari y Schumacher que enlazó tres victorias prácticamente consecutivas al inicio del verano comenzando a sembrar las dudas en Grove. “Efectivamente, estoy bajo presión, ¡pero así rindo más que nunca!,” sonreía Villeneuve, que no podía ocultar un lenguaje gestual dejaba claro que estaba jugando a un juego en el que Michael tenía la delantera. Pero en aquel momento, las carreras de A1-Ring y Nürburgring dieron aire al canadiense, en cabeza a falta de dos carreras.

Ejemplo de la montaña rusa en la que se había convertido su temporada, Japón vuelve a ser un desastre para Villeneuve gracias a los comisarios deportivos que terminan con sus opciones de puntuar facilitando la victoria de Schumacher, insuficiente para Ferrari en el campeonato de constructores que caía a favor de Williams. De cara a Jerez, cita final del campeonato, tan sólo estaría en juego el campeonato de pilotos. Ése sería un Gran Premio especial como comenzó a demostrar la sesión de calificación en la que 1.21.072 sería el registro que primero Villeneuve, después Schumacher y más tarde Frentzen marcarían en calificación.

El canadiense tenía la pole pero sería Schumacher quien se colocaría en cabeza en la salida por delante de Jacques... hasta la vuelta 48. En lucha por la primera posición, el canadiense asaltó el interior en Dry Sac cuando Michael, consciente de que el campeonato se le escapaba, golpeó con su coche al Williams. La justicia poética hizo efecto y el alemán, que perdería todos sus puntos del año por su acción, se marchó fuera de la pista. Villeneuve pudo continuar por su camino terminando en tercera posición, suficiente para sentenciar el título. Aquel era su primer entorchado y el noveno de una unión que dejó su sello en los libros de historia.

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