PRÓLOGO POR IVÁN MARTÍN Y LADERA
En 1992 arrancó una de las eras más importantes en la historia de Williams, en una temporada que inició con el abandono de Pirelli de la F1, por problemas económicos, dejando a Goodyear como único proveedor de neumáticos de un mundial con overbooking de equipos, que obligo a la FISA a realizar preclasificaciones antes de cada Gran Premio.
1992 marcó una de las etapas de mayor dominación de un equipo en la Fórmula 1 que se pueden recordar con un Nigel Mansell consciente del potencial del FW14B, que Patrick Head y Adrian Newey habían diseñado, que sería el monoplaza con el que conseguiría el mundial que años atrás se le había negado en la última carrera. Ese año el equipo de Grove impuso un sello indeleble en la historia con 10 victorias sobre 16 Grandes Premios (cifra que repetirían en el año siguiente) y especialmente por las 14 poles que el piloto británico marcó en una sola temporada.
La supremacía del 92 continuó en 1993 cuando Frank Williams y los suyos marcaron la excelencia a la hora dirigir un equipo de Fórmula 1, la mejor selección de los pilotos en el momento oportuno (con la llegada de Prost tras su año 'sabático'), el mejor equipo de técnicos con Head y Newey a la cabeza y el mayor desarrollo tecnológico que se ha vivido en la máxima categoría: suspensiones activas, control de tracción, etc. Todo esto culminó en una época que a muchos aún crea fuertes pesadillas que tenías siempre como protagonista al equipo Williams F1, valuarte de la excelencia y la imbatibilidad en la máxima competición del automóvil.
No sólo los resultados confirman que Nigel Mansell llegó a rozar la perfección al volante del impecable FW15, su actitud también rozaba la excelencia por primera vez en su carrera: “Estaba tan convencido de que en 1992 me encontraría con el título que pospuse voluntariamente una importante operación en el pie. No quería perder tiempo con la rehabilitación y me dediqué a mejorar mi físico, recorrí miles de pruebas privadas y me concentré en el trabajo como nunca hasta entonces,” recuerda.
Mientras Mansell se centraba en su preparación, el equipo había logrado terminar con los problemas sufridos en el pasado. “Ahora la caja de cambios semiautomática es fiable, al igual que la suspensión activa. Estoy seguro de que tendremos una interesante mejora sobre el resto,” reconocía Riccardo Patrese, que durante el año no pudo ejercer más que de mero testigo de la destrucción de buena parte de los récords establecidos por parte de su compañero de equipo, cuya nueva actitud llegaba a sorprender incluso a Frank Williams: “Creo que Nigel ha descubierto una ambición en sí mismo más fuerte que nunca”.
Desde el primer Gran Premio en Sudáfrica, el fiero león comenzó a destrozar a la competencia y Ayrton Senna, campeón en título y estrella única en el año sabático de Alain Prost, tendría que esperar a la aparición de un pinchazo lento en el coche de Mansell para superar por primera vez al FW14B en Mónaco. Tras la racha inicial, el equipo conseguiría cinco triunfos más (el último por parte de Patrese en Japón), pero su dominio en calificación sería lo que se grabara con letras doradas en los libros de historia: Mansell obtuvo 14 poles con una superioridad abrumadora como demuestran los 2,7 segundos que el inglés endosó a Senna en Silverstone.
Pese a conseguir el título en pleno mes de agosto, Nigel anunció su retiro en el Gran Premio de Italia después de que Williams, consciente de su innegable atractivo para el resto de pilotos, negociara con Ayrton Senna y Alain Prost, quien finalmente fue el elegido para 1993 dejando a su enconado rival fuera de Williams al vetar su presencia por contrato. Con Patrese firmando por Benetton, ese puesto iría a parar a Damon Hill, que acompañaba a Martin Brundle en las tareas de piloto probador hasta ese momento.
Ganador del volante Elf en un Fórmula Renault, campeón europeo de F3 con un motor Renault y ganador de Grandes Premios con la escudería de Enstone, Prost era una persona muy especial para Renault como recuerda Denis Chevrier. “Con él, el concepto de experiencia adquiría un significado cabal. Trabajaba sólo y no divulgaba su riqueza personal. Esta reserva era un poco frustrante, pero creo que lo hacía por temor a desperdigar sus sensaciones. Verle trabajar paso a paso cada fin de semana era increible. Podríamos hablar de arte con mayúsculas,” explica Chevrier.
Y de cara a 1993, el Profesor estaba de vuelta a la escuela y para su alegría, los coches se habían perfeccionado tanto en tan sólo dos temporadas que comenzaban a responder de manera adecuada a todas las exigencias posibles. “Tengo la impresión de que hay una infinita gama de reglajes posibles,” decía Alain, encantado con el FW15, después de un año en el que se había dedicado a descubrir su nueva pasión: el ciclismo. A pesar de un titubeante comienzo de año, Prost estaba en la mejor forma de su carrera y no estaba dispuesto a dejar marchar la oportunidad de ganar su cuarto título.
Doce poles en los trece primeros Grandes Premios marcaron la tónica de la temporada y a mediados de año, el campeonato ya estaba a su alcance dejando su registro total de victorias en 51, un récord que parecía inalcanzable en aquella época. Sin embargo, un joven alemán llamado Michael Schumacher, que se imponía en el Gran Premio de Portugal a los Williams de Prost y Hill, tenía en mente otra cosa. Pero esa es otra historia.
Habiendo corrido para Renault en la época de los motores turbo, ganar el título en 1993 fue un auténtico alivio para Alain. “Diré que mi regreso y el título de campeón del mundo curó alguna llaga. Para tomarnos la revancha, nos bastó un año y dimos plenamente en el blanco,” declaraba Prost, que admitía haberse planteado si continuar en la Fórmula 1. “Creo que, de haberme quedado un año más, todos nos hubiéramos dado un gustazo. Pero, de todos modos, estoy contento de haber terminado mi carrera con este cuarto título ya que el círculo se ha completado”. Su sustituto no iba a ser otro que su antiguo enemigo, Ayrton Senna.
Iba a ser genial: Senna, el hombre que no necesitaba de cámaras a bordo para mostrar su magia al mundo, en Williams. Un sueño hecho realidad para SIR Frank y para el propio Ayrton. Un sueño que se rompió un primero de mayo en Tamburello a las 14:18 horas. “Todo el mundo pensaba, inconscientemente, que era invulnerable. Pero aquel día, en Imola, nos preguntamos si realmente merecía la pena correr tales riesgos,” reflexiona Dudot. “Más tarde, los pilotos nos indicaron el camino con un coraje admirable en esas circunstancias. Vuelven a subirse a los coches, nos piden que los arranquemos y adelante... la vida sigue”.
Después de la trágica desaparición de Ayrton, Damon Hill fue quien heredó el puesto de líder del equipo. “Damon nos impresionó. Le hicieron falta dos o tres carreras hasta adoptar el traje de primer piloto, pero pronto se vió que le quedaba a su medida,” afirma Chevrier. Hill, favorecido por las sanciones que recibió el líder Schumacher, se llegaría a poner en liza por el título llegando a la última cita de Australia con opciones de dar la campanada y conseguir el campeonato.
En aquel final de temporada, Hill contaría con la inspiración de Nigel Mansell, que había retornado al Gran Circo para tratar de impulsar al equipo reemplazando al joven David Coulthard, sustituto de Senna, que había obtenido discretos resultados durante el año. “Fue un placer ofrecerme a Williams Renault. Correr en Adelaida -donde obtuvo su última victoria- fue una especie de homenaje a esta gran empresa y a toda su gente,” reconocía Mansell con el paso de los años.
Con nueve puntos más que el inglés, Schumacher tenía las de ganar en Australia. Durante la carrera y en lucha por la primera posición, Michael rozó el muro y acto seguido, al ver como Hill le trata de adelantar, colisionó con el Williams terminando la carrera para ambos y haciéndose con el título. El campeonato de constructores sería el consuelo para los ingleses, que verían como en 1995 tendría que compartir motores Renault con Benetton en un duelo que iba a convertirse en el clásico de la nueva época hasta que el alemán se marchara a Ferrari.
2 comentarios:
Hola Ivan,
Creo que hay un error en la nomenclatura del coche de 1992, ya que lo pones como Fw15 (que fué el coche de 1993) y debería ser el Fw14B el monoplaza de 1992 (asi como el Fw14 fué el de 1991).
Saludos!
Lo digo de memoria, pero juraría que Schumacher llegó con un sólo punto de ventaja sobre Hill a Adelaida '94. Ninguno de los dos acabó el Gran Premio y, al final, Schumacher fue campeón con 92 puntos y Hill segundo con 91...
Publicar un comentario