domingo, 24 de marzo de 2013

Inocencia, bondad y mentiras

"Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti". Bien podría ser Mark Webber quien pronunciara esta frase pero el lector avispado bien sabrá que pertenece a la colección de frases célebres de Friedrich Nietzsche. Seguramente al australiano haya recurrido a alguna cita con palabras más potentes para manifestar su enfado tras el Gran Premio de Malasia 2013.
 
Que Sebastian Vettel es un piloto con un hambre de éxito prácticamente ilimitado es algo que no nos puede sorprender. Ha nacido para luchar por batir todos los récords en Fórmula 1 y como el grandísimo piloto que es, bien podría hacerlo. Pero, como otros muchos mitos del Gran Circo como Michael Schumacher o Ayrton Senna, no conoce dónde está el límite en el que su impulsividad comienza a perjudicarle en lugar de ser algo beneficioso. Hoy hemos tenido un buen ejemplo.

Con Fernando Alonso fuera de carrera (error de principiante del español, multiplicado por la decisión de Ferrari de tratar de seguir en pista) y el líder del campeonato Kimi Räikkönen perdido en el tráfico, Vettel caminaba hacia un resultado que le hubiera colocado al frente del Mundial tras dos Grandes Premios en los que su Red Bull no se ha mostrado ganador a pesar de las dos grandísimas vueltas que han colocado al pequeño gran alemán al frente de las parrillas de Australia y Malasia. Una auténtica balsa de aceite para las tres semanas de parón que venían por delante.

Pero no fue así. Primero el alemán mostró el desprecio que siente por su compañero de equipo (algo que debe ser común en ciertos equipos) pidiendo que "lo quitaran de su camino" y luego, desobedeció las órdenes de equipo para superarlo en busca de la victoria. Extrañamente, esta actitud pilló por sorpresa al inocente Mark Webber que, a pesar de todo, se mostró totalmente incapaz de aguantar al alemán incluso arrinconándole contra el muro en plena recta de meta para alegría de los vendedores de marcapasos de Milton Keynes.

El enemigo en casa


Van dos carreras de diecinueve y quizá ese sea el gran condicionante que Sebastian Vettel no ha tenido en cuenta en el calor de la carrera y sí tras la ceremonia de podio, donde el alemán se ha puesto el traje de Borbón para decir que "lo siente y no volverá a ocurrir" en una actuación aún más lamentable que la que ha ejecutado en pista. Quizá este "arrepentimiento" sea suficiente para la cúpula de Red Bull, quienes dudo que se atrevan a alzar la cabeza a su hijo preferido más allá del rapapolvo público que Adrian Newey le dio tras bajarse del monoplaza.


Sin embargo, al otro lado del box estará un tipo de 36 años con casi diez victorias en Fórmula 1, un buen monoplaza en sus manos y previsiblemente, muchas ganas de abandonar el convento dejando su sello. Alguien a quien se podría haber mantenido contento bastantes semanas simplemente dejándole vencer este domingo en Sepang. Sí, Sebastian Vettel ha ganado siete puntos clave para el campeonato pero ha perdido un aliado en los ocho meses que quedan de mundial. Demasiado tiempo para tener el enemigo en casa.

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