miércoles, 29 de mayo de 2013

Nico Rosberg: escapando del mito de Ícaro

Nico Rosberg consiguió completar un sueño de infancia ganando el Gran Premio de Mónaco. Las calles donde creció, el lugar por el caminaba para ir al colegio y donde apenas recordará cómo su padre corría cuando era un bebé, le han coronado como el ganador del Gran Premio más lujoso del calendario con una actuación impecable.
 
Las bases ya estaban sentadas, la de Montecarlo era la tercera pole consecutiva de Rosberg pero las dos anteriores habían quedado en anécdota por la fuerte degradación que sufren los Mercedes en sus neumáticos. En Montmeló, mientras Lewis Hamilton se diluía más allá de la zona de puntos, Nico logró un sobresaliente sexto puesto capeando el temporal. Sabía que tendría que sufrir, pero las condiciones iban a facilitarle más el trabajo que en carreras anteriores.

Era su gran oportunidad, así que cuando los semáforos se apagaron, Rosberg salió a la perfección escoltado por su compañero de equipo y comenzó a marcar su ritmo, a controlar la carrera buscando el objetivo de sólo parar en una ocasión a cambiar neumáticos y ni siquiera las tres interrupciones del Safety Car durante la carrera le hicieron perder los nervios. Treinta años después, un Rosberg volvía a subir a lo más alto del podio en su casa.

Un piloto mejorado


Durante los últimos años, el alemán se había ganado una aureola de piloto con talento y rapidez pero endeble bajo presión. Estos comentarios no fueron infundados: no pocas actuaciones meritorias del alemán en Williams terminaron con un error impropio de un piloto de su nivel y ciertos incidentes en sus primeros Grandes Premios con Mercedes hicieron pensar que ese problema podría convertirse en algo crónico.


Nada de esto pasó este fin de semana en Mónaco. Tampoco se recuerda ya cuando fue el último de dichos fallos. La balanza entre ellos y los problemas por parte del equipo (ya sea mecánicos o estratégicos) comienza a desequilibrarse. Y es que, a diferencia de Ícaro, parece que Nico ha sido capaz de construirse un caparazón de cera que le permite volar después de haberse caído unas cuantas veces al mar. Ahora es capaz de aprovechar su talento incluso donde ni siquiera es capaz de hacerlo todo un campeón del mundo. Seguro que Dédalo está orgulloso.

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