martes, 14 de mayo de 2013

Pirelli y la política

Ya lo decía Ricky Gervais al inicio de 'Politics': no hace falta ir al Parlamento para ver política, la política está en todas partes. Incluida la Fórmula 1. Pero no hablamos de los tipos que entregan los trofeos, ni siquiera de los que negocian el canon que los contribuyentes pagamos para que nuestra ciudad sea sede de un Gran Premio, sino de los mismos protagonistas: los que se ponen el casco cada domingo y los que siguen la carrera desde el muro o el garaje de los equipos.
 
A principios de año, Helmut Marko aseguró que Fernando Alonso era un piloto "muy político". Esas palabras se interpretaron como un dardo envenenado contra el piloto español y quizá esa era la intención del parlanchín asesor de Red Bull pero, personalmente, las veo como un halago. Ser capaz de nadar en el lago de pirañas que es la Fórmula 1 es motivo de envidiar. No hace falta recordar que al otro piloto al que se le ha señalado en los mismos términos, Alain Prost, seguramente no se arrepienta de nada viendo su completa sala de trofeos a pesar de haber sido marcado como 'el malo' de un documental de bella factura y menos rigurosidad histórica. Tampoco tendría por qué hacerlo, desde luego.

Imposible mantenerse ajeno


En el Gran Circo, es imposible permanecer al margen en este tipo de asuntos: todos los equipos terminan teniendo algo que ocultar y hasta el último mono tiene un par de cadáveres (metafóricos, no vayamos a liarla...) en el maletero de su deportivo, por lo que, ya que tarde o temprano habrá que ensuciarse las manos, que sea de la mejor manera posible. Eso, como no podía ser de otro modo, lo saben en Red Bull que ha decidido desistir de sujetarse la careta de equipo simpático y apolítico que ha mantenido en sus inicios a convertirse en el conjunto que mueve los hilos de la Fórmula 1. Un terreno en el que Ferrari yMcLaren han dejado de caminar a sus anchas como bien demuestra que el nuevo reparto televisivo distinta únicamente entre los tres equipos mencionados y el resto.

Sin duda, esa es la lectura básica de la decisión de Pirelli de cambiar la estructura de sus neumáticos de cara al próximo Gran Premio de Canadá. Detrás de las explicaciones de Paul Hembery, otro mandatario con demasiado gusto por los micrófonos (aunque, esta vez, por política de empresa), se deja entrever un hecho diferencial en la polémica: la utilización del antiguo Renault R30 en las pruebas de desarrollo. Unamos lo obsoleto del banco de pruebas de Pirelli a una pretemporada en la que algunos equipos se dedican a obviar los neumáticos mirando al termómetro y centrándose en otro tipo de desarrollos y tendremos el caldo de cultivo ideal para encontrarnos sorpresas durante el año.


Evidentemente, Bernie Ecclestone está encantado con el follón. El inglés ya dijo estar deseando ver a Ferrari romper la hegemonía de Red Bull, pero nunca evitará que su competición ocupe titulares...¿recuerdan algún año sin polémica en la Fórmula 1? No se rompan la cabeza porque difícilmente lo encontrarán. Los cambios no harán que Sebastian Vettel gane el Mundial ni tampoco se lo impedirán a Fernando Alonso. El español es un grandísimo piloto con capacidad de adaptarse a lo que le pongan entre manos y su F138 se ha mostrado como el más versátil de los monoplazas punteros. En cinco Grandes Premios en condiciones y circuitos muy distintos, el español ha mostrado potencial para luchar por la victoria. A día de hoy, eso es lo importante y no lo que vendrá en el futuro.

La FIA, calla y otorga


Por el camino y pensando en el equipo Lotus, quien hizo sus deberes y dedicó la pretemporada a comprender cómo funcionaba la ecuación de los Pirelli, el aroma parisino me recuerda a la FIA. ¿Nadie en la Plaza de la Concordia tiene algo que decir sobre la polémica? ¿Ni siquiera se van a preocupar de asegurar que Pirelli tenga un coche actualizado? Resulta curioso que la Federación se inmiscuya en la política de todos, llamando a declarar a Fernando Alonso por coger una bandera para celebrar un triunfo y sea incapaz de decir 'esta boca es mía' en la política del deporte que gobierna. Decía un paisano de Jean Todt, Paul Valéry, que la política es el arte de impedir que la gente se entrometa en lo que le atañe. En este caso, la FIA está permitiendo a otros inmiscuirse en un problema que debería gestionarse en sus oficinas con luz y taquígrafos.

No hay comentarios: